"Elle est triste elle fait valoir
Le doute qu'elle a de sa réalité dans les yeux d'un autre."

En exil, Paul Eluard.

domingo, 11 de octubre de 2015

Comida de guerra: Jodidas pero contentas

"O sea 
resumiendo 
estoy jodido 
y radiante 
quizá más lo primero 
que lo segundo 
y también 
viceversa".
Mario Benedetti

"e il tuo caffè sempre più amaro
il suo colore come il tuo futuro"
Adriano Celentano

"Así es la vida, un constante
querer apagarse y encenderse"
Julio Cortázar


"Tú siempre te levantas de buen humor, ¿no?", me dice Ángela nada más abrir los ojos. Sonrío y admito que no es tanto eso como que estoy aún medio dormida, demasiado como para empezar a cagarme en la mar salada. Luego, ya con la cara lavada reflexiono que por las mañanas sale la niña pequeña que llevo dentro. "¿Consentida?", me dice, buscando la palabra que yo no alcanzo a encontrar. "Sí, algo así."
Me levanto consentida, qué voy a hacerle, pero agradecida. Por eso casi le pido matrimonio aquella primera semana en que me llevó una taza de café recién hecho a la cama. Y no cualquier taza, sino esas maravillas que me regaló mi hermana.
Me gusta el café, contigo, y, si es en la cama ni te cuento. Digamos que soy de gustos sencillos (tampoco nos podemos permitir gustos muy pirotécnicos), pero que nunca falten, que por algo se dice que la vida está hecha de cosas pequeñas.
Por eso mi batalla, ya legendaria, con la cafetera que no hace café me ha tenido tan absorta. Ángela me regaña por mi empeño, "¿por qué sigues intentándolo cada mañana si sabes que no funciona?" Apenas sube una gota de café y el filtro está atascado ya, pero mi orgullo me impedía dar la guerra por perdida...
Pero a enemigo que huye, puente de plata, y a base de puentes estamos viviendo. ¿Qué la cafetera nos la tiene jugada? No pasa nada, se hace un café a la colombiana, es decir, en un puchero. Reconozco que la primera vez que la vi con la cacerola pensé en mi padre y en la cara que pondría con un café tan aguado. Recordé las veces que ha estado a punto de devolver algún café con leche cuando, a pesar de pedirlo oscuro y bien cargado, se encontraba con un líquido marrón clarito. Luego, nunca lo devolvía, pero si intentaba explicar pedagógicamente a la camarera que bien cargado significa echar más café, no más agua. 
Así que yo, con mi eurocentrismo, ante aquella taza de café de puchero no las tenía todas conmigo. "¿Pero qué es un puchero, por qué lo llamas así?", me preguntaba, algo (con razón) molesta. "No sé, se llama así, café de puchero, esto es lo que se tomaba en la posguerra. Bueno, eso cuando se tenía café, normalmente era achicoria".
Ángela sonríe, sin querer se le ha devuelto. Una vez me dijo, refiriéndose a mi tortilla de patata, que la comida española es comida de guerra. Yo me ofendí, con ese extraño patriotismo que me invade a veces en la distancia, diciendo que no, que en la guerra en Madrid no había patatas ni huevos y la tortilla se hacía con la piel de la patata o la monda de las naranjas. "Comida de guerra": tortilla (que ambas devoramos como el mejor manjar jamás habido), lentejas, garbanzos, arroz (mucho arroz), pisto/ratatouille, y otros milagros obrados a base de cebolla o calabacín. Comida de guerra, y café de posguerra, dieta más allá del Atlántico.

Comida de guerra y café de posguerra, felicidad absoluta. Atrás quedó el tiempo de buscar cafeterías en Lyon donde el expresso bajase del 1,50€, ahora eso es un capricho. Son formas diferentes de ver la vida, en el fondo.
Ponemos música, ella me enseña cumbia, salsa, electrotango. O ponemos a Drexler, a Pedro Guerra, a Silvio, que nos las sabemos las dos. Entre nuestra lista de reproducción, un tema de flamenco fusión, "Jodida pero contenta". Nos miramos, "así estamos nosotras". Reímos y brindamos con nuestro tinto (palabra polisémica que puede ser café o vino tinto). Y sobre la mesa, entre mis papeles, un post-it que nos dejó un muy estimado huesped: "Por que estéis más contentas que jodidas". Estamos en ello.



1 comentario:

  1. Sabiduría para apreciar las pequeñas cosas. Ya tienes ganada una buena porción de la llamada felicidad.
    Tortilla de patatas, café colombiano y buena compañía. Todo un lujo.

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