"Elle est triste elle fait valoir
Le doute qu'elle a de sa réalité dans les yeux d'un autre."

En exil, Paul Eluard.

domingo, 5 de abril de 2015

La patria de Jules Verne.

Siempre me pareció falso el nombre que nos han dado: emigrantes. Pero emigración significa éxodo. Y nosotros no hemos salido voluntariamente eligiendo otro país. Ni inmigramos a otro país para en él establecernos, mejor si es para siempre. Nosotros hemos huido. Expulsados somos, desterrados. Y no es hogar, es exilio el país que nos acoge. Inquietos estamos, si podemos junto a las fronteras, esperando al día de la vuelta, a cada recién llegado, febriles, preguntando, no olvidando nada, a nada renunciando, no perdonando nada de lo que ocurrió, no perdonando. ¡Ah, no nos engaña la quietud del Sund! Llegan gritos hasta nuestros refugios. Nosotros mismos casi somos como rumores de crímenes que pasaron la frontera. Cada uno de los que vamos con los zapatos rotos entre la multitud la ignominia mostramos que hoy mancha a nuestra tierra. Pero ninguno de nosotros se quedará aquí. La última palabra aún no ha sido dicha.

Bertolt Brecht.


I/ Anécdotas varias.

Primavera 2012.
Dos chicas esperan en una parada de autobús del Boulevard Saint Michel, Paris. Es de noche, bastante de noche, y cuando un individuo se les acerca a hablar con ellas lo primero que piensan es que ha bebido. Pero no, o en caso de haberlo hecho, no lo parecía. El individuo en cuestión les interroga sobre el horario del autobús, o algo por el estilo, y parece hasta simpático cuando, remarcando su acento extranjero, les pregunta de dónde son. Españolas, contesta una de ellas.
La conversación no da para mucho más hasta que el bus de las chicas aparece y se aproximan a la puerta del vehículo. Justo antes de entrar, el citado individuo toca en el hombro de una de ellas y sacándose varias monedas de cobre del bolsillo, las posa en la palma de su mano y con sorna, pero sin gracia, se explica: Toma, para que paguéis vuestra deuda.

Primavera 2015.
Casi meses después de los acontecimientos de Charlie Hebdo, una familia francesa al uso de la alta burguesía se sienta alrededor de la mesa para cenar la consabida sopa. La madre de la familia (40 años, nieta de resistentes según presume, ingeniera de una importante empresa del sector de la energía nuclear) comenta su día en el trabajo. Cuenta como están en proceso de elegir un estudiante de prácticas para los últimos meses del curso y que se ha pasado la tarde analizando dossiers y currícula. Luego, con toda naturalidad informa sobre la siguiente etapa del proceso de selección: buscará en Facebook y otras redes sociales a cada candidato para ver de que palo van, “sobre todo los que tienen nombres árabes, que después de lo que ha pasado, tenemos que tener mucho ojo con no contratar a un loco”. Ante esta confesión (natural, insisto) de prácticas discriminatorias delante de sus hijos, la aupair española (cuyo Facebook no debieron encontrar a la hora de contratarla) a la que un día la ofrecieron 23 céntimos para pagar la deuda de su país, se atraganta con la sopa.


II/ No me llames extranjero.

El hombre que cada après-midi se asienta frente a la basílica de Fourvière a tocar el acordeón, hoy no tiene ganas. Todos los días, de lunes a viernes, a las 16.30h. lo he encontrado allí, infatigable, bajo el sol, la nieve, la lluvia, el viento o el chirimiri, con su acordeón y un vaso de cartón del McDollars. Cada día alegraba con canciones de Edith Piaf, Jacques Brel (el de la sopa, sí) y otros a los turistas, feligreses o paseantes que pasaban por allí. Cada día, a cambio de una moneda, una sonrisa, o apenas una mirada. Pero hoy se ha cansado, no tiene ganas, y tan solo mira al infinito, con el acordeón en el suelo y el vaso de cartón más lleno que nunca. Es extranjero sus ojos de mar Báltico me dicen que acaba de darse cuenta de que el arte de los metecos no vale un duro.
El único puesto de frutas que permanece en pie a las 13h. en el mercado del quai des Celestins también lo lleva un extranjero. O al menos es extranjero el que atiende al personal. La cajita de fresas cuesta 1,99, el mango a unidad 1,49, los dátiles 2,99. Su mirada de olivo me cuenta que allí de donde viene la fruta se sigue recuperando del jardín de cada casa.
Frente al mercado, en una tienda de frutas y verduras bio con colores muy chillones el precio no varía sensiblemente, pero a esta hora está cerrada. Sus dueños deben estar almorzando en el bistrot de la esquina, donde el plato del día está a 11,99. Pero, aprovechando la pausa del dejeuner, un limpiacristales acicala el escaparate para que el viandante no pierda detalle de lo rojas que están ya las fresas. El limpiacristales también es extranjero, como el camarero del bistrot, cuyos ojos de canela me hablan de otros platos del día al otro lado del mediterráneo.
La extranjera que se atragantó hace unos días con la sopa niega una moneda de caridad con la triste excusa de que el dinero que lleva no es suyo a otro extranjero en la puerta de una de las boulangeries más caras de la ciudad. La baguette cuesta 1,40 y los bocadillos desde 4,50. Sus ojos de carbón me dicen lo que su boca de dientes cansados no se atreve a gritar. "Y verás que soy un hombre, no puedo ser extranjero". 

Extranjero se sentía Mario Benedetti cuando se exilió por no ser desaparecido. El uruguayo universal reconoce que “he sido en tantas tierras extranjero” y se pregunta ¿por qué me siento un poco extraño y/o extranjero (en francés son sinónimos) en este espacio que es mío y nuestro?”. 
No sé si los extranjeros-extraños de ojos de mar, olivo, canela y carbón han leído a Benedetti. La servidora de ojos de monedas de cobre siempre lleva un libro de Mario en el bolso, junto al dinero y la baguette que no son suyos.

"No me llames extranjero, traemos el mismo grito,
El mismo cansancio viejo que viene arrastrando el hombre
Desde el fondo de los tiempos, cuando no existían fronteras,
Antes que vinieran ellos, los que dividen y matan,
Los que roban los que mienten los que venden nuestros sueños,
Los que inventaron un día, esta palabra, extranjero."

Rafael Amor.




III/ La patria de Jules Verne.

En la escuela francesa los niños aprenden a recitar de memoria las fábulas de La Fontaine. En el examen oficial de patriota francés consta como condición sine qua non el ser capaz de aplicar en su día a día la moraleja del cuervo y el zorro, la cigarra y la hormiga o la gallina de los huevos de oro. En aquella escena de Amelie en la que Gina dice que según su madre alguien que se conoce el refranero no puede ser mala persona, está equivocada. Aquí el refranero es La Fontaine.
Mientras que en Francia se respiran las fábulas del siglo XVIII, los niños y no tan niños de todo el mundo sueñan con los viajes de otro francés ilustre. Recuerdo una soirée llena de extranjeros en la que alguien sacó de su bolso una edición de La Vuelta al Mundo en Ochenta Días y la catalogó como la biblia del viajero del siglo XIX. La India vista por un colonialista inglés, personaje a su vez de un colonialista francés. Jules, patrimonio mundial de la francophonie nos llevó a la India colonial, al centro de la tierra, al fondo del mar y a la Luna. Nos enseñó que, como decía el capitán Nemo, “no necesitamos continentes nuevos, sino personas nuevas”. Personas nuevas que no sean nunca más extranjeros.



IV/ El paria.

(De René Grando, Jacques Queralt, Xavier Febrés: Camps du mépris. Des chemins de l'exil à ceux de la Résistance. 1939-1945. Llibres del Trabucaire, Barcelona, 1991 p.116.)



Coged un obrero, un campesino, arrancarle de su fábrica, de su tierra: se convertirá en ese momento en un vagabundo. Acribillad la ruta por la que camina: adoptará la mirada cercada del fugitivo. Privadle de comida: se convertirá en un cazador furtivo o un ladrón. Encerradle con dos filas de alambradas de espino: adoptará la cara sucia de un prisionero. Obligadle a sobrevivir sin intimidad ni comodidades mientras que instaura la ley de la selva para satisfacer las necesidades más elementales. El ser humano ha superado todas las etapas que le aproximan al animal primario. Podemos así fabricar en cadena, sin premeditacón, una categoría de parias, de incocables.”


Campo de concentración de Argelès-sur-mer, donde fueron internados miles de exiliados republicanos españoles en el invierno de 1939. 

1 comentario:

  1. No te sientas extranjera, extranjero es aquel que no lleva el mundo consigo (o, al menos, debería serlo).

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