"Elle est triste elle fait valoir
Le doute qu'elle a de sa réalité dans les yeux d'un autre."

En exil, Paul Eluard.

domingo, 3 de mayo de 2015

Conversaciones con Marianne.

Somos los últimos residuos de la inteligencia europea. Habíamos creido generosamente que el espíritu podía revolucionar el mundo, y no era verdad”.
Juan Hermanos: La fin de l'espoir.

Me despierto.
París.
¿Es que vivo,
es que he muerto?
¿Es que definitivamente he muerto?
Mais non...
c'est la police.
Mais oui, monsieur.
-mais non...
(Es la France de Daladier
la de monsieur Bonnet
la que recibe a Lequerica,
la Francia de la liberté)
¡Qué dolor, qué dolor allá lejos!”
Rafael Alberti: Vida bilingüe de un refugiado español en Francia (1939-1940),


El general Lazare Carnot fue uno de los principales hombres de la Revolución Francesa. Compañero de Robespierre, fue diputado de la Asamblea Legislativa y de la Convención, miembro del Comité de Santé Publique y del Comité militaire, hasta que una enemistad con su anterior amigo le llevó al exilio en Alemania, aunque volvería a Francia para ser ministro del interior en el último gobierno de Napoleón durante los 100 Días. Luego volvería a exiliarse. Su hijo, Sadi Carnot sería un conocido físico y, su nieto, presidente de la III República Francesa. Fue precisamente él el que inauguró una plaza dedicada a su abuelo y a la República en el primer centenario de la Revolución, en 1889, en Lyon. Cinco años después, sería asesinado en la misma ciudad por un anarquista italiano.


Hoy la place Carnot, frente a la estación de Perrache, es uno de mis lugares preferidos de Lyon. Leí el otro día que la cantidad de calles, monumentos y plazas dedicadas a símbolos republicanos y nacionales franceses fue uno de los elementos que impulsó la reacción patriótica de de las ciudades del norte de Francia durante la ocupación nazi, cuando los funcionarios del III Reich comenzaron a retirar placas y conmemoraciones de la geografía urbana. No sé si el apego a su glorieuse histoire es tal como para aprobar esta tesis de nacimiento de movimientos de Resistencia, pero sí que es uno de los principales aspectos de la vida cultural (y chauviniste) francesa. La estatua de la alegoría a la República Francesa, Marianne, ofrecida por el pueblo francés en 1889, sigue presidiendo la place Carnot, entre franceses haciendo pique nique, un carrousel, estaciones de bicicleta, una fuente y las escaleras que conducen a la estación.




Marianne sigue allí, intentando llamar la atención de los lyoneses para recordarles aquellos principios de los que tanto presumen y de los que se reclaman herederos pero que no practican. Pero nadie le hace caso, nadie parece reparar en su presencia, y eso que ella se esfuerza por ser vista. Incluso una vez se colocó un cono de tráfico naranja en la cabeza. Pero nada. Y a mi me da un poco de pena, pues sigue conservando su apariencia joven y majestuosa, a pesar del paso del tiempo y el desgaste de la piedra que la forma. No puede ocultar lo que ella y yo sabemos: que hace ya mucho que entró en decadencia. Hace ya mucho que no pinta nada, como los viejos que se sienten inútiles una vez jubilados y que ya sólo les queda luchar por no ser enviados a un geriátrico. Y no es moco de pavo, porque la anciana Marianne es Francia, y Francia es Marianne. La nation. La patrie. Le peuple. Entonces, yo, de vez en cuando, me acerco a la place Carnot a hablar con ella, a hacernos mutuamente compañía.



Silvio decía que tú, Marianne, querías ser canción (“y Mariana, y Mariana, y Mariana quiere ser canción”). ¿Sabes? A mí también me gustaría. Seguramente elegiría ser una del propio Silvio, o, si no, de Serrat. Alguna poética, en todo caso. Tampoco me importaría ser Le Temps de Cerices, o La Internacional. Son letras con mucha fuerza. Y, sobre todo, con mensaje, certero y siempre lanzado al futuro. Por que qué es esta vida si no es intentar perdurar. Pero bueno, hablando de cerezas, el otro día terminé de leerme un libro de Montserrat Roig titulado así, Tiempo de cerezas. El eje central era el regreso de una muchacha de la burguesía catalana a Barcelona en 1974, un día después de la ejecución de Puig Antich, tras haberse marchado doce años antes, poco antes de la detención de Julián Grimau. Me pareció una gran crítica a la sociedad de este país, a la burguesía acomodada que luego encuentra su vida vacía por poco que rasques, aunque estén podridos de dinero.

 


¿Vosotros tenéis literatura así? Estoy segura. Al fin y al cabo, es una necesidad vital. Pero no serás capaz de negarme que la capacidad crítica no está muy extendida chez vous. O mira lo que han hecho contigo. Mucha liberté, mucha égalité, mucha fraternité escrito en los frisos de los edificios públicos, pero nunca he visto mayores contrastes sociales que aquí. En un mismo metro cuadrado puedes ver a un grupo de personas de etiqueta brindando con champagne en el primer piso y a un clochard tapado hasta las orejas durmiendo en el mismo portal. Y te lo digo yo, que en mi ciudad nativa quieren erradicar la mendicidad porque es nociva para el turismo (sic.). Que sí, que mucho contre nous de la tyrannie pero la Francia de Daladier y Bonnet de la que habla Alberti encerró a 450.000 republicanos españoles exiliados en campos de concentración a cagar frente a la playa. Y no me cansaré de recordarlo, hoy te lo digo a ti, pero cada vez que puedo, le cuento la historieta a alguien. ¿Que soy pesada, que me voy por la tangente? Puede. Pero vengo de un país donde reivindicar la justicia histórica es remover las heridas. Entonces sólo nos queda dar la matraca o confiar en la justicia poética, que es bastante más arbitraria y a veces llega demasiado tarde. Pero también es mi favorita.

Vaya, empieza a llover.... ¿Aquí llueve hasta en mayo, o qué? Bueno, parece más bien una lluvia tonta, chirimiri dicen en mi tierra, espantabobos en Colombia. En cualquier caso, deberíais estar ya acostumbrados. Aunque a veces prefiero pensar que no. Mira, hace un par de días fui a la manifestación del Primero de Mayo. ¡El Primero de Mayo! El día de todos y todas las obreras del mundo. Yo me esperé que en un país con la tradición sindical y reivindicativa como el vuestro, se trataría de una verdadera jornada masiva de, como decís vosotros, rassemblement populaire. Pero no. Por eso prefiero echar la culpa a la lluvia, o a la controvertida decisión de la red de transporte público lyonés de no funcionar en todo el día. Y esta misma indignación que ahora te comento, se la volqué al incauto amigo que aceptó acompañarme a la manifestación. “Sí, tienes razón” -me dijo- “hoy ya nadie viene a estas cosas. Sólo jóvenes exaltados y viejos de la edad de oro del comunismo” Ajam... si total, tranquilo -le dije- de allí de donde vengo las manifestaciones reivindicativas han dejado también de tener sentido para muchos. Pero vaya, me esperaba algo más de vosotros, el pueblo revolucionario por excelencia, ¿o no tanto?

Las comparaciones son odiosas, me dicen. Por eso, a lo mejor/peor, me estoy volviendo un poco patriota. Al final va a ser verdad que es necesario irse lejos para apreciar lo que tienes. A lo mejor deberías hacer tú eso, desaparecer a ver si alguien te echa de menos en vez de ponerme un cono en la cabeza. Como en 1940 cuando los nazis quitaron tu retrato de la Sorbonne. Bref, otra cosa que me sorprendió del catastrófico Primero de Mayo es la gran cantidad de canciones en castellano que pusieron desde los coches con las banderolas de los distintos sindicatos, partidos y organizaciones. Desde el A las barricadas al Bella Ciao versión Boikot. “Es que para nosotros el español es la lengua de la revolución, ya sabes, Guevara, Castro, Zapata”. Vaya.... pues para nosotros el francés es la lengua de los burdeles- le respondí, sin ninguna mala intención. “¿En serio? Yo pensé que era la lengua de la diplomacia, de la política, de los altos affaires internacionales”.


Lo siento, mon cherie, camarade. Eso ya no es plus jamais. La belle époque pasó. Y lo digo en serio, a veces creo que las esperanzas se terminaron en 1945. Sobre todo para vosotros o, mejor dicho, sobre vosotros. Y tú, Marianne, la que quería ser canción, estarás de acuerdo en esto. O si no, mira lo que han hecho contigo... 

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